Socialismo como un sistema necesario para permanecer en este planeta.

El socialismo ideología política que designa aquellas teorías y acciones políticas que defienden en principio un sistema económico y político, basado en la propiedad o posesión democrática de los sistemas de producción, su control administrativo por parte de los mismos productores o trabajadores y del control democrático de las estructuras políticas civiles por parte de los ciudadanos, en muchas ocasiones a través de los métodos de propiedad colectiva o la propiedad estatal.
El Socialismo del siglo XXI es un concepto ideado por Heyns Steffan a partir de 1996, y muy difundido desde el 30 de enero de 2005, por el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chavez en ese entonces desde el V Foro Social Mundial. En el marco de la Revolución Bolivariana, Chávez ha señalado que para llegar a este socialismo habrá una etapa de transición que denomina como
Democracia Revolucionaria.

En resumen el Socialismo es un sistema ideológico que concentra el amor, igualdad, fraternidad, libertad, solidaridad, y se consuma en periodos de transición; cada pueblo conoce sus problemas y sus soluciones, y debido a eso, cada pueblo tendrá un socialismo propio de la región, pero que nos guiara hacia un mismo rumbo, la soberanía, libertad, y emancipación real de todos nuestros pueblos, e integranción de todos nuestros pueblos respetando soberanías, creencias, culturas. Ya nos hemos dado cuenta del fracaso de los demás sistemas impuestos por gobiernos oligarcas y imperios dominantes, que no se preocupan por la igualdad del colectivo en general, no les interesa el bienestar de la mayoría, solo el enriquecimiento de la minoría, la explotación incesante y inconsciente de nuestros recursos, etc.

Este tema es muy complejo, implica muchas variantes que serian muy importante estudiarlas para dar un concepto mas ajustado, y darle la debida interpretación. Yo daré un ejemplo de los cambios que se han venido dando en nuestra suramericana hermana.

Injerencia Estado Estadounidense en Suramericana:

El imperio yankee ha estado muy involucrado en todos los golpes, magnicidios, atentados, y caos que cubrieron la mayoría de estos pueblos , países como Colombia, Venezuela, Nicaragua, Paraguay, Chile, Argentina, entre otros, todos estos países fueron intervenidos por la cía, que penetro violo la soberanía de cada región para resolver problemas, y la soberanía de los gobiernos para tomar decisiones, ejemplo: Chile, con el presidente elegido por la mayoría en aquel entonces Salvador Allende, dirigente constitucionalista, que creía en las nacionalizaciones, en la soberanía alimentaria, etc, algo que no estaba en los intereses imperialistas ya que tocaban su enriquecimiento, debido a eso fue engañado y con apoyo de oligarcas antipatrióticas dentro de la fuerza armada y dirigentes opositores, se planeo, desarrollo un golpe de estado que vendría seguido de unas de las masacres mas grande de nuestro continente, como se arremetió al pueblo de chile sin que ningún país se quejara, y expresa alguna molestia mínima. Algo que al parecer cambiara, gracias al despertar de nuestros pueblos, y de nuestros gobiernos, pensando en la unidad.

CONTINUARA!!!...

Análisis del progreso revolucionario en América Latina y sus variables en México.

Sin tiempo para las armas

La paciencia nacional no es infinita, pero es mucha. Dura un siglo. Al acercarse la celebración del segundo centenario de la existencia de México como Estado, produce más satisfacción que alarma ver que la reserva de paciencia de los mexicanos se consume más rápido que las reservas probadas en los veneros del petróleo. No son pocos quienes consideran que, ante la desmedida voracidad de la oligarquía y de su gobierno de facto, ya es necesario que el pueblo tome medidas más enérgicas para someterlos. Se reconoce, sin embargo, que el día primero de diciembre las cosas estaban encaminadas a una masacre sin precedente en la historia de México. Se habían aprestado las instituciones armadas contra el pueblo enardecido, pero inerme. No se sugiere la lucha armada ni se hacen planteamientos desmesurados, pero se insiste en la necesidad de ir más lejos en la movilización popular. ¿Cómo y cuánto?, es la pregunta implícita.

Es consustancial a los movimientos populares -máxime a los revolucionarios- tener las probabilidades en contra y el tiempo a favor. Por lo general la preparación ha tomado unos diez años. No diez años de organización secreta y estática, sino diez años de preparación política y de confrontación con los aparatos represivos previos al inicio de la insurrección o de la guerra popular abierta. Después sigue la lucha armada, de cuya duración hay ejemplos que van de los diez días al medio siglo. Los movimientos revolucionarios latinoamericanos de los pasados 50 años, los posteriores a la revolución cubana, experimentaron todas las variables conocidas de la lucha popular: se puso en práctica la tesis del foco guerrillero rural, por contrapartida se intentó la guerrilla urbana, la guerra popular prolongada, la estrategia insurreccional, las zonas liberadas y varias modalidades intermedias. Unos más cruentos que otros, los movimientos revolucionarios más exitosos han sido los que lograron constituirse como un partido político, con un brazo armado y una organización de masas. Ese es el modelo que requiere diez años de preparación y diez años de lucha, aunque no garantiza el triunfo.

En la actualidad latinoamericana avanza la izquierda, más por las victorias electorales de partidos progresistas (Argentina, Brasil, Chile, Uruguay) que por movimientos revolucionarios triunfantes. En Venezuela y Bolivia prosperan movimientos populares que han alcanzado el poder por la vía electoral y desde ahí intentan construir regímenes revolucionarios enfrentando a las oligarquías nacionales y al imperialismo. Ecuador ofrece grandes esperanzas que aún están por cumplirse. En Nicaragua regresó el partido, pero no la revolución. Aun así, el único movimiento revolucionario triunfante y en el poder es el cubano.

Porque no cabe en ninguno de los esquemas anteriores, el caso mexicano es excepcional. Resistiendo a un gobierno adulterino y procaz, que tiene su leitmotiv en la corrupción, que sirve a una oligarquía asociada a intereses extranjeros, esta lucha es singular: el objetivo es construir una nueva República basada en la ética, la democracia y la justicia; el método es el de la resistencia pacífica; activa, tenaz, intransigente; los instrumentos de lucha -la información, la opinión, la gestión, la administración y la oposición- son también los campos en disputa. Pero la movilización popular es el arma por excelencia de los movimientos de resistencia.

En cuanto a la información y la opinión, la oligarquía y la resistencia popular se han trenzado en una pugna desigual en la que los medios de comunicación lanzan sobre la población un torrente de propaganda política y comercial trastocada y falaz. La respuesta está en los escasos medios propios, modernos y tradicionales y, sobre todo, en la capacidad comunicativa de las masas entre sí, que ya en varias ocasiones ha superado a los monopolios. En la gestión y la administración se entabla la emulación entre la oligarquía y del pueblo. Ellos tienen los más; el pueblo, los mejores. La oposición se ejerce en el Congreso, donde la causa popular queda en minoría ante el partido de la derecha y los que venden sus votos. Ahí la lucha nos lleva más que a los triunfos legislativos a la denuncia de los aviesos proyectos elitistas, y a la fijación de posiciones y el despliegue de los proyectos populares. Aun así, tan señaladas como celebradas han sido las valientes actuaciones de los legisladores progresistas que han dado al traste con el ceremonial corrompido por la ilegitimidad.

La movilización popular, que es el más poderoso instrumento de la resistencia pacífica, encierra diversas líneas de actuación: Las marchas de protesta sirven para demostrar la unidad en el rechazo; las concentraciones atestiguan la capacidad de convocatoria, facilitan la arenga, propician la consigna y alimentan el espíritu de lucha; los plantones obligan a la autoridad y a la oligarquía a reconocer la existencia y soportar la presencia de los resistentes; la interrupción de vías de comunicación exacerba el enojo de las autoridad y de las elites; la ocupación de espacios públicos y de locales sedes de autoridades espurias interrumpe el despacho corriente de los asuntos y demerita el desempeño de quienes detentan la autoridad; el cierre de aduanas, aeropuertos, refinerías, pozos petroleros, secretarías de Estado, juzgados y otros sitios de esa clase impiden, en la práctica, el ejercicio del gobierno. Hay otras muchas formas de resistencia, todas pacíficas, muchas en el borde de la ley, pero dentro de sus márgenes. La imaginación es el límite. Lo que no es permisible es hacer de comparsas de la oligarquía posponiendo la lucha hasta estar listos para combatir con las armas a las tropas que son parte del pueblo. Se debe combatir con las armas propias, que son también las más poderosas: la razón, la verdad, la ética, la presencia y la intransigencia. No hay tiempo para perder. No hay tiempo para las armas.